jueves, 9 de noviembre de 2006

Vendiendo tiempo

Existe un momento en nuestras vidas en el que nos vemos obligados a trabajar para ganar dinero. Terminamos nuestros estudios o los abandonamos a medio camino, comenzamos a explorar el mundo laboral con miedo pero con ilusión, completamente ajenos a lo que se nos viene encima. Cuando ese momento llega, creemos estar preparados física e intelectualmente para llevar a buen puerto nuestra labor. Somos buenos en nuestro trabajo, mejoramos nuestra pericia, ampliamos conocimientos, ascendemos a puestos de responsabilidad. Trabajamos. Y estamos convencidos de que se nos paga por lo que hacemos. El contable cobra por ametrallar la calculadora, el basurero por recoger mierda, el médico por curar enfermos, el albañil por poner ladrillos...

Y de pronto, un día como otro, nos damos cuenta de nuestro error. Nadie nos paga por lo que hacemos o sabemos hacer. Lo único que les interesa es nuestro tiempo, y a precio de saldo. Al final nuestro trabajo se convierte en un ejercicio de repetición en el que siempre se siguen las mismas pautas hasta el día de nuestra muerte (con suerte jubilación). Cualquiera podría hacerlo. Cualquiera que esté dispuesto a vender su tiempo.

¿Cuánto cuesta una hora de nuestra vida? Si eres un mileurista, unos seis euros, más o menos, depende del convenio. Para el resto, hagan sus cuentas.

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