martes, 6 de marzo de 2007

La Caleta de Adeje: paraisos explotados.

La Caleta de Adeje es uno de esos lugares de los que te enamoras nada más verlo. Bajo el sol intenso del sur de Tenerife, a los pies de unos acantilados de unos ochenta metros de altura, el mar del atlántico descansa de su alboroto en varias calas salvajes de singular belleza.

Hace unos quince años, este paraíso apenas se conocía. Los que tuvimos la suerte de disfrutar de parte de su virginidad, cuando aún ni los turistas ni los domingueros sabían de su existencia, recordaremos siempre el peculiar reflejo del mar en nuestras retinas. Primero en las cuevas que salpican las paredes verticales de lava, luego en tipis construidos con las manos entre las tabaibas y los cardones, se formó una comunidad nacida con el mejor y mayor deseo al que puede aspirar un ser humano: alcanzar la felicidad.

Pero las utopías siempre serán eso, utopías, tarde o temprano el yugo de la sociedad moderna, del capitalismo creciente, te encuentra, por mucho que te escondas. Eso fue lo que pasó en La Caleta. Lo que empezó como una sociedad naturalista que buscaba la anarquía en su más pura definición, terminó convirtiéndose en refugio de todo tipo de personajes bohemios que huían de su fantasmas. Las casetas de campaña comenzaron a invadirlo todo. El rumor de un lugar paradisíaco junto al mar, al margen de la sociedad, llegó a muchísimos rincones del planeta. Aquello degeneró hasta el punto de aparecer una mañana, como un espejismo sobre las paredes verticales de los acantilados, un enorme Sound System que había llegado desde londres, repleto de punkys,
Hard-techno y drogas de síntesis.

El Gobierno Canario acudió junto con el Cabildo de Tenerife a una
ley de espacios naturales de Canarias y declaró las calas 'Sitio de interés científico'. Expulsó a los hippies, punkys y bohemios. Destruyó los tipis y vació las cuevas. Prohibió acampar en toda la costa. Aquellas calas eran demasiado preciadas para que terminaran recubiertas de mierda. Sin embargo la intención del gobierno no era meramente ecológica, un sistema de permisos hubiera bastado para que los canarios y quien quisiera pudiera disfrutar libremente de aquel espacio único. Los políticos, como siempre, pensaban con una mano en el bolsillo y estrechando la otra al empresario de turno.

Hoy en día el panorama en La Caleta de Adeje es muy distinto. Un complejo hotelero, una gran urbanización de chalets y un campo de golf marcan el límite del espacio protegido. En el caso del campo de golf, incluso lo sobrepasa, como se aprecia en estas fotografías. Lo que antes era de unos, ahora es de otros. El paraíso que conocimos se ha convertido en una atracción más dentro del complejo turístico. Lo único que queda de salvaje en La Caleta son los recuerdos. Aún así, si alguna vez pasan por allí cerca, asómense al paraíso, mojen sus cuerpos en el mar de la libertad e intenten imaginar por un momento que los hoteles son sólo un espejismo. Lo disfrutarán.

Puede que a muchos les suene esta historia a la que se cuenta en la película La Playa. No está ni remotamente inspirada en ella, más bien al contrario. Me temo que Alex Garland, autor del libro en el que se basa la película, es uno de los que recuerdan con nostalgia ese peculiar reflejo del mar de La Caleta de Adeje.



2 Comentarios:

Anónimo dijo...

Se muy bien de lo que estas hablando, puesto que desde pequeño conozco la zona y hace unos 13 años que resido en el municipio de Adeje, el turismo ha traido cosas buenas al municipio, puesto que es una fuente de ingresos, la Casa de la Cultura de Adeje, que es un auténtico modelo de lo que debe ser una Casa de la Cultura, la disfrutamos gracias a esos ingresos, sin embargo, el precio que se ha pagado es muy alto, como bien dices los paraisos van desapareciendo, siempre por el cochino dinero, parece que con el turismo generamos riqueza y en realidad la perdemos. Yo iba a pescar en el lugar de la foto, no pongas una foto actual porque sería penoso. Un saludo.

Anónimo dijo...

Desde luego que esto es una autentica pena, por cuatro cochinos ricos nos quedemos sin esos espacios llenos de autentica libertad, yo también pase mas de muchas noches en ese precioso lugar, a nosotros al menos nos queda ese recuerdo. TOMECANO

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