miércoles, 8 de agosto de 2007

Acid Taxi.

Conducir un taxi después de las 3 de la madrugada en las calurosas noches de verano de las calles de Barcelona nunca ha sido un trabajo fácil. Demasiado alcohol derramado en los adoquines, demasiada droga tras los tabiques, demasiada gente extraña ahogando sus penas a la tenue luz de los neones. Pero cuando eres taxista sin taxi, la única salida que queda es aprovechar el sueño de otro.

Aquella noche no era especialmente calurosa, ni especialmente húmeda. De hecho, aquella noche no era especial en nada. Como todas las demás, era aburrida y enorme. Hasta que aparecieron los canarios.


Había recibido una llamada al móvil para ir a recoger a unos chicos a la puerta de una de las discotecas de moda del barrio gótico. La carrera no era muy buena, pero eran chavales de confianza. Paré el taxi frente a la puerta y esperé, absorto en mis pensamientos e ignorando al moro que me ofrecía una cerveza caliente a través de la ventanilla. Sin embargo no fueron los chicos que habían llamado por teléfono los que se subieron al taxi.

- Hola, vamos a Pueblo Nuevo, a un after que está un par de calles por encima del
Razzmatazz, creo que se llama P156 o algo así...

La carrera hasta Poblenou era buena, unos diez euros, y las pintas del tío que se había subido al asiento delantero del taxi y de las dos chicas que se acomodaron en la parte de atrás no eran malas del todo, así que acepté casi sin pensar. Debían rondar los treinta años y por el acento supuse que eran de Canarias.

-Mmmm... ¿Quieres que conduzca yo?

La pregunta me sobresaltó. ¿Qué le pasaba a aquel tío? ¿Pretendía conducir mi Taxi? Aún no había llegado al primer semáforo. Negué con la cabeza y me miré la cara en el espejo del parasol. Tenía las pupilas dilatadas, la tez pálida, recubierta de pequeñas gotas de sudor frío. ¿Se habría dado cuenta? Vale, lo reconozco, el tripi me había subido un poco, pero no más de lo normal. Era un pequeño vicio al que me había acostrumbrado para superar aquellas noches de hastío, un poco de LSD para dar algo de color al cansino asfalto de la carretera. Arranqué el taxi y seguí conduciendo mientras intentaba concentrarme en su conversación. El canario estaba aquí de vacaciones con su novia, y la otra debía ser una amiga que vivía en la ciudad. Me pareció escuchar que la pareja tenía que coger el avión de vuelta en unas pocas horas.

-¡Rojo!

Esta vez había sido una de las chicas del asiento trasero, puede que las dos, nunca he conseguido controlar del todo el efecto stéreo que provoca el ácido en mis oídos. Aquello empezaba a desmadrarse. Yo estaba tranquilo, tenía que estarlo, siempre lo estaba. O no. Comencé a preguntarme si era yo el que se movía en vez de hacerlo el resto del mundo. Analicé mis brazos y mis piernas. Sí, efectivamente se movían. Me revolví en el asiento, ahora nervioso, mientras miraba hacia los lados de la carretera. Seguí conduciendo como si no pasara nada. Pero sí pasaba. El tío no hacía más que repetirme que lo dejara conducir a él y las otras dos estaban empeñadas en avisarme de todos los semáforos, señales y obstáculos que se cruzaban en la calzada. La carrera se convirtió en un infierno.

Por fin llegué al after. El taxímetro marcaba algo más de diez euros.

-¿Pretendes que te paguemos después de esto? Así no se puede trabajar, amigo, y mucho menos conducir. Mejor vete a dormir un rato y reza para que no te denunciemos.

Sólo me faltaba eso. Ya no sabía donde meterme. Me puse a dar vueltas alrededor del taxi mientras veía como aquellos tres se bajaban. Cuando conseguí que recapacitaran pensé que me iba a salir espuma por la boca. Me sudaba todo el cuerpo y me temblaba hasta el último pelo. Después de varios minutos de discusión, de volvernos a meter todos en el coche, de ir a buscar cambio a una gasolinera, de regresar a la puerta del after... después de todo eso, por fin me pagaron. Yo me fui por donde había venido, con la cabeza por fuera de la ventanilla y sin encender la luz verde. No trabajaría más esa noche, no de esa forma. Me merecía una buena ducha y un sueño reparador, no sin antes desear con toda mi alma que los canarios perdieran su avión.

Nunca lo supe, pero perdieron su avión. Como tampoco supe nunca que uno de ellos tenía un blog y que acabaría convirtiéndome en el protagonista de una de sus historias.


Fotografía: Dani Morell

6 Comentarios:

Anónimo dijo...

Mi padre era taxista, trabajaba de noche, con todo lo que eso conlleva...lo perdió casi todo. Despúes de muchos años de aquello ahora es camionero y no quiere saber nada de turnos nocturnos.
Muy bueno lo que has escrito.

Reena on 8/08/2007 8:35 p. m. dijo...

Dios mío. Es demasiado surreal, pero me ha encantado.

Y cómo es que perdistes el avión?

Anónimo dijo...

Gracias Lupita. Los turnos nocturnos son para los enemigos. Yo también pasé mucho tiempo trabajando de noche y se lo que es.

Reena, lo del avión parte de la culpa la tuvo el ir a aquel after 3 horas antes del vuelo. La otra parte es por que soy muy muy despistado, y después de una noche de fiesta, sin dormir, lo soy aún más.

lupuscanis on 8/09/2007 11:11 a. m. dijo...

Es toda una historia y por momentos de terror, yo me encuentró en el taxi de alguien tan pasado y me da un síncope. Un saludo

FidiasNet on 8/10/2007 12:19 a. m. dijo...

Los taxistas de turno nocturno tienen ganado el cielo.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Lupuscanis, muy cierto, yo lo superé porque iba algo cargadito de alcohol. Aunque he de decir que lo pasé mal en algunos momentos.

Fidiasnet, todos menos este. ;)

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