lunes, 9 de octubre de 2006

V de violencia

No soy muy amigo de las conspiranoias, pero después de los hechos que me han rodeado en los últimos meses me estoy empezando a mosquear. Les cuento:

Hecho 1: Domingo por la mañana en el BB+. Sí, ese pub/club/after lagunero que al acabar la noche se convierte en el peor antro que puedas visitar en tu vida, donde se reúne (debería incluírme, pero paso) lo peor de la fiesta, las caras más sucias de todo Tenerife. Es muy normal que se monten broncas y alguno salga apaleado. Y a mí me tocó. Y tuve la mala suerte de topar con un hijo de puta al que se le debía haber muerto la madre yonki hacía poco, porque estaba muy cabreado y me dio con un puño americano en toda la jeta. Veinte puntitos me dieron en la ceja y todavía hoy me duele el pómulo, después de mes y medio. Desde aquí mando un saludo a la estúpida incompetencia de los porteros y a la poca humanidad de los domingueros.

Hecho 2: Me llama una amiga para decirme que a un amigo común que se estaba tomando unas copas en La Laguna se metió en un problema que acabó en pelea. Por lo visto terminó algo lesionado y se ofrecieron para llevarlo al hospital (no tengo muy claro si fueron los mismos que le pegaron). El caso es que en vez de llevarlo al hospital lo subieron al monte, le pegaron otra, le robaron todo lo que tenía encima y lo dejaron tirado, de noche, sin dinero, sin móvil y apaleado, en medio de los pinos en vete a saber dónde. Increíble, pero cierto. La odisea que tuvo que pasar el chaval para llegar a su casa no me la quiero ni imaginar.

Hecho 3: Por un compañero me entero que al dueño de un bar contiguo a mi centro de trabajo, al que dejé de ir por un encuentro no muy grato con una cucaracha sedienta de café, le habían dado un escarmiento. Por lo que pude averiguar, le robaron, le metieron una paliza y lo amenazaron de muerte si se iba de la lengua.

Hecho 4: Ocho menos cuarto de la mañana. Un compañero de curro aparca su coche dónde suelen hacerlo los que trabajan en la empresa de tornillería de al lado. Ningún vado, ningún privado, sólo la costumbre. De repente ve como un chiflado se le acerca corriendo como poseído gritando: ¡este, este es el cabrón que aparca aquí todas las mañanas, vengan, vengan...! y detrás un ejército de capullos vestidos con mono azul y el logo de la empresa donde trabajan. ¡¡Iban a pegarle!! ¡¡¡Por un aparcamiento!!! Por suerte conocía a uno de ellos y la cosa no pasó de un par de empujones y algunos insultos. Aunque el susto no se lo quita nadie.

Lo cierto es que estaba pensando en poner una primitiva con los números chungos, pero después de este festival de violencia gratuita a mi alrededor, sólo atribuible a una racha de mala suerte, casi que me lo pienso...

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